domingo, 26 de septiembre de 2010

Renovación



¿Qué le compro?, pregunta que me hecho desde la secundaria cuando se trata de darle un regalo a una chica, y las incluyo a todas, desde mi madre hasta mi pequeña sobrina. Siempre me quedo con la impresión de que el presente causa más decepción que otra cosa, no importa cuánto me haya costado o que tan original me parezca, casi estoy convencido de que un cheque viene a ser la mejor inversión.



Parece de 40 pero le ponemos 32, nunca he sido bueno para calcular edades, así que mi margen de tolerancia lo tengo tasado en 8 para todas, así no hay pierde. Me encantan sus rasgos indígenas, morena, pómulos prominentes, ojos negros y pelo lacio larguísimo, me gusta imaginarla bañándose en un río con su cabello suelto, me atrae su timidez, es incapaz de sostenerte una mirada y se ruboriza con cualquier insinuación, pensé que a mis 40 y 10 ya no podría conquistar a nadie y aquí estoy, con una invitación a cenar a cuestas y repitiéndome una pregunta que me ha acompañado toda mi existencia ¿Qué le compro?, como siempre me meto a una librería y me decido por un libro de fotografía de Tina Modotti, vieja fórmula que me ha sacado más de una ocasión de este tipo de apuros, conozco un poco la obra así que me da tema de conversación y hablar de una mujer de ese quilataje siempre me entusiasma.


Comienza una extraña lluvia en una tarde temprana de marzo, mientras la gente apura el paso, decido tomar asiento, cubro a la Modotti y recargo mi nuca en el respaldo, disfruto mojar la mirada y sentir como el agua lava los surcos de mi historia, me gusta tratar de mantener los ojos abiertos a pesar del tamaño de de las gotas.


Llega la noche, paso a la tienda y compro un tinto, me dirijo a su casa, al entrar me sorprendo, un disco de Jorge Reyes acaricia el ambiente mientras el abuelo de Xochitl está fumando mota, al verme, sonríe con los dientes que le quedan, un incienso disimula la escena. La casa cuenta con muchos adornos dorados, posteriormente me entero que todos son de oro, el negocio de la familia.


Aparte del abuelo, esta su madre, una mujer ciega de 58 ya con el margen aplicado, brazos fuertes, cadera prominente, símbolo de fertilidad de otros años, el pelo largo, negro y lacio como el de su hija, ojos negros que en la distancia parecen mirarme; también se encuentra su hermano, según me dice ya con ocho años en la facultad de filosofía, no está matriculado pero eso es lo de menos, está trabajando en un ensayo sobre los puntos de convergencia de Nietzsche y José Alfredo Jiménez, se me hace que no en pocas ocasiones acompaña al abuelo en el ancestral vicio.


Pasamos a la sala y le entrego su regalo, me siento plenamente satisfecho cuando veo como se conecta con la obra de Tina, cargada de gente del campo.


Pasamos a la mesa, cazuelas con guisos diversos y las infaltables tortillas me abren el apetito, descubro que un curado de Guayaba es la bebida de la noche, me doy cuenta de que mi Concha y Toro definitivamente está fuera de lugar, ni hablar.


Estamos pasando un buen rato, el abuelo me dice que es una tradición familiar el que esta noche, los hombres que comparten la mesa, realicen un viaje juntos y me pregunta si estoy dispuesto, le pido me explique a que se refiere con lo del viaje, ¿a dónde vamos? Sonríe y abriendo un morral me ofrece unos hongos pequeños con un tallo delgado y delicado, con un brillo en la mirada me invita a probarlos, comienzo a declinar la invitación, cuando Xochitl toma mi mano y me dice que es muy importante para todos que participe en el ritual, al ver mi indecisión posa sus labios sobre los míos, bendita fórmula, ese argumento nunca he podido rebatirlo, derrotado, volteo con el abuelo y asiento, me da como diez y me dice que debo hablarles y pedirles permiso para comerlos. Tomo el primero y lo pruebo con cuidado, un sabor agrio invade mi boca, supongo que me estoy metiendo psilocibina, ya me habían dicho que tiene un sabor muy peculiar, la música de Reyes sigue envolviendo el ambiente mientras el filósofo y su abuelo fabrican otro cigarro. Posteriormente me dan una especie de fruto con franco sabor a tierra, me acuerdo de Rebeca, aquella hija de Úrsula y José Arcadio que en Macondo, enmedio de ataques de geofagia, se enamora del refinamiento de un italiano.


Voy y vengo en el tiempo, veo a mi hijo mayor, desde el momento en que mi simiente se concatena dando vida; veo a mi madre, reconozco su útero y me alimento de su ternura. En algún momento aparecen Xóchitl y la suya vestidas de blanco, me desnudan, me amarran, todos ríen, yo también, por alguna razón, todo es normal.


El hermano se para frente a mí, dice algo de un ciclo de vida – muerte – resurrección, no entiendo, toma un cuchillo largo y delgado, como esos que se usan para limpiar pescado y comienza a cortarme con singular cuidado, levanta paso a paso mi piel, comienza con mis piernas y sigue con los brazos, no siento dolor, veo a mi hijo que ha crecido, el abuelo se despoja de sus ropas y la madre lo viste con mi piel. La surrealista escena me recuerda a Xipe Totec, ese Dios Azteca que siempre me impresionó en los tiempos de los libros obligados, aquel que significaba renovación, que era patrono de los orfebres y curador de males de ojos. Un escalofrío me recorre cuando Xochitl levanta un cuchillo a la altura de mi pecho, el terror me impide gritar cuando tengo la certeza de que esa obsidiana me sacará el corazón.

miércoles, 1 de septiembre de 2010

La verde

"Todos los hombres me separan de los hombres"
Emil Cioran





Socorro

Le digo que nos dirigíamos a Monclova señor, comimos en Cuatro Ciénegas, ya nos faltaba poco para llegar, pero a papá le dieron ganas de ir al baño, así que nos paramos, en eso se detiene un carro del que se bajan dos tipos, armados y cada uno con una cerveza en la mano, toman las llaves de la camioneta, nos bajan y nos llevan a la orilla del camino, junto con papá, nos forman y así nomas, uno de ellos con un cuerno de chivo nos dispara, como si nada, caigo, me arde el pecho y el estómago, alcanzo a ver a Papá y a Rocío en el suelo, contengo el llanto mientras cierro los ojos, los escucho, ríen, decido no moverme hasta que se largan, lo último que veo antes de desmayarme es el carro azul y una nube de tierra.

Alberto
Hijos de Puta, no había necesidad de matar al viejo ni a la carnala, dice Coco que ya les habían entregado las llaves…

Agente
Mire mi amigo, le voy a ser franco, si quiere que esto se mueva va a tener que ponerle una lanita, usted sabe, para aceitar la maquinaria, digo, no es que sea necesario, pero siempre ayuda, tengo otros 20 casos antes que el suyo y poca gente, la verdad es que si los queremos encontrar, los primeros días son críticos, me da pena pero pues así está la cosa, usted me cae bien, lo quiero ayudar...

José
Así es el dope Mi George, las oportunidades hay que agarrarlas cuando se presentan, ¿que no es lo que dicen los pedapeutas?, quien nos iba a decir que nos íbamos a agenciar una trocota de poca madre así nomas, casi de a grapa, ya sabe que el rojo siempre me ha gustado, sobre todo ese, el que parece sangre; viste la cara que puso el ruco, pinche viejo, de volón olió a la calaca, ni pedo, quien le manda andar de meón, pero así es el bissnes, apenas le iba a decir que lleváramos a las rucas a despoblado, se veían buenonas pero ni chanza me dio, de volada soltó el plomo, usted siempre ha sido así, atrabancado, ¿cómo es que dice?, “en lo que la piensas te chingan, mejor los chingas y luego la piensas”, pos sí, ya cuando acordé ya los había pasado por las armas, pinche George.


Jorge
Ya le digo mi Joseph, está bien sabrosa, es casada, vive en la Guadalupe, tiene varo y como 40, esa edad donde las mujeres se dan cuenta que lo importante es coger, la primera vez que la vi, me aguantó la mirada ahí por el Kalionchis y yo dije “ a Chingá, que ovarios” total que la seguí por todos lados, cerca de La Salle me vio por el retrovisor pero no la hizo de tos, le siguió dando como si nada de arriba para abajo y yo mi Joseph ps atrás del volvo de la nalguita, ya sabe, pura serenidad y paciencia como nos enseñó el Kalifas, soportando el pinche calor pero ps, la morra me aguantó la mirada así nomas y eso ps, como que había que aclararlo ¿no?, ese día supe donde vivía.

Alberto
Está cabrón, ahora resulta que tengo que soltar una lana para que busquen a esos cabrones, en este pinche País solo a los jodidos se nos cargan las pulgas, hay que ser político o tener lana para que te hagan caso.

Jorge
Un día esperé a que estuviera sola y que le caigo, cuando abre la puerta, me meto con mi Beretta al frente por si las dudas, ya sabe que a esa nadie le dice que no, la cabrona puso una cara de miedo que la verdad fue lo que más me calentó, traía una faldita blanca, la metí en la cocina, la recargue en el refri y la ampecé a acariciar mientras el subía su faldita, traía unos calzones de esos gachos mata paisones pero ya cuando se los bajé el espectáculo mejoró, comenzó a llorar diciendo que no y que no, pero ya cuando acordó la tenía "inside", la agarré de las greñas y le di un tirón que hasta a mi me dolíó, pero ella no dijo nada, en eso me di cuenta que lo que tiene de Cherry lo tiene de cachonda, le gusta la violencia y las malas razones, y ps en un ratito ya estaba tan mojada que hasta escurría, entonces mi Joseph, supe que había agarrado nalga para rato.

Alondra
Ya sé que es una locura manita, te juro que todos los días me digo que esto tiene que terminar, si Nacho se entera se acaba todo, me deja sin nada y peligro hasta sin los niños, no sé qué me pasa, nunca hacemos citas, simplemente descubro ese Jetta azul que me sigue y desde ese momento me erotizo toda, cuando me rebasa se que ahora quien lo tiene que seguir soy yo, se para en algún lugar y yo me detengo, hemos entrado en cantinas y me ha tomado en el baño, entre olores inmundos, nos hemos metido en el cine, ese que está en la salida a Frontera, en la última fila, mientras el mundo de hombres mira una película porno, él me toma, mis gemidos se confunden con los de la cinta, me ha llevado a hoteles de a treinta pesos, ya te imaginarás, no sabes manita, no sabes cuánto lo necesito, es una locura, ¿que puedo hacer?

Jorge
Ya sabes, dice que el marido no la pela, quesque siempre tiene mucha chamba y no sé que mas, esos pinches burgueses no se dan cuenta que al final lo que a una hembra más le importa es tener una buena verga disponible en todo momento, pero ps está bien, si no fuera por esos güeyes, ps ¿a quién nos cogeríamos nosotros, no?

Abogado
Mira Alberto, tu no me conoces pero yo te voy a sacar, no te voy a cobrar así que no tienes nada que perder, necesito que me digas la verdad, quiero conocer todos los detalles para poder ayudarte, se que ha sido difícil pero tienes que confiar en mi, te juro que te sacaré, Me llamo Ignacio Menchaca.

Alberto
Fue fácil dar con ellos, los busqué como dos meses en Monclova, ya sabes, preguntando aquí y allá por esa camioneta rojo quemado de doble cabina, al primero lo encontré en la colonia Obrera.
Ahí estaba la camioneta de papá, con todo y el águila en la defensa, mi padre siempre fue americanista, lo estuve vigilando, vivía solo así que fue fácil. Un día, con la casa sola contraté a un cerrajero por mil pesos para que me abriera y se largara, cuando llegó, venía tambaleándose, medio drogo o pedo, no sé; cuando le echaba llave a la puerta le puse un batazo en las piernas, soltó un quejido ronco mientras intentaba sacar su fusca, le di otro en el brazo, nomas vi como el hueso le levantaba la piel, y entonces el muy puto se puso a llorar, como que debía varias, le dije que la camioneta que traía era la de mi padre, le quité la pistola y a punta de cachazos me dijo que su partner se llama Jorge, que vivía por la secundaria 2, ahí cerquita, trae un jetta azul con una cobra marcada en la cajuela me dijo. Todo coincidía, le metí el bat en la cabeza varias veces hasta que los sesos se confundieron con la basura de la alfombra.

Alberto
Encontré el jetta, fue fácil, a una cuadra de la secundaria, por la mañana lo seguí, se estacionó en el centro y se metió con una mujer en un hotelucho, esperé un rato, me hice de una llave por cien pesos, abrí lentamente, la tenía amarrada mientras la penetraba, me daba la espalda, la radio estaba encendida y una cumbia llenaba todo el espacio haciéndome invisible, me acerque lentamente, ella me miró y tenía una sonrisa torcida, el, desnudo, alcanzó a voltear, le metí una bala por la espalda y ella comenzó a gritar, cayó de lado e intentó llegar al buró, disparé de nuevo y le pegué en una pierna, apagué la cumbia y a la morra le dije que se callara o también me la echaba, le encaré, le dije que mi Padre era lo que más amaba, parecía no entender, le recordé su atraco meses atrás, cuando me vio diferente supe que sabía, entonces, le metí otro tiro en la frente, ella comenzó a gritar de nuevo, me senté, encendí de nuevo la cumbia junto con un cigarro y esperé a la policía.

Socorro
Solo préstame para el camión, son como $600.00 ida y vuelta a Fresnillo, mi hermano no me contesta pero me dice la señora que lo asiste que se la pasa en el agua, estoy preocupada, no puedo ni dormir, es el único que me queda aparte de mis hijos, solo quiero verlo, platicar, hacerle un desayuno y recordarle que aquí tiene una familia que lo quiere.
Un compadre ya me dijo que le da chamba, no importa que haya estado en la cárcel, no le paga mucho pero es algo seguro, a Beto no le gusta La Laguna pero aquí estamos los que quedamos, que anda haciendo solo por allá, viviendo no sé cómo, solo y dando lástimas, desde que salió de la cárcel ya no quiso regresar, solo estuvo unos días y dijo que iba a Fresnillo a dar gracias al Santo niño de Atocha, te los pago la semana que entra, cuando regrese la patrona que me debe un dinerito.

Bety
Está bien Coco, no tienes que explicarme, ten mil pesos, me los regresas cuando puedas, no te preocupes.

Socorro
Lo encontré en una cantina que se llama “La Verde” en el centro de Fresnillo, borracho, al verlo se me salieron las lágrimas, estaba sucio, olía mal, le dije cuanto lo quiero, le hablé de la chamba que le daba mi compadre, me miraba y sonreía, habló de Rocío, de Papá, de lo mucho que tenía que decirle cuando se lo arrebataron, entonces lloró, me pidió que regresara a Gómez, su lugar estaba ahí, con sus demonios y cerca del Santo niño al que visitaba cada año su padre.