jueves, 3 de diciembre de 2015

El guitarrista

   



Para Ernesto

   Es una convocatoria interesante, cuatro piezas breves del Suizo Frank Martin, me parece fue su única contribución a la guitarra como solista. Hoy, a casi ochenta años de haber sido escrita, será lo que los Jueces del evento en el Cuzco Perú, habrán de calificar. Nunca la has interpretado, por lo que el tiempo de estudio apenas alcanza, habrás de trabajar duro para tenerla a punto, por otro lado, conocer el ombligo del mundo en la cosmogonía Inca deberá ser toda una aventura.

   La historia de la obra involucra por supuesto a Martin, al español Andrés Segovia y al compositor italiano Castelnuovo-Tedesco, en un primer tiempo, entiendes que la obra que fue escrita para Segovia, quien la ignoró y no fue sino hasta algunos años después cuando el Austriaco Hermann Leeb la interpreto por primera ocasión. Lo sorprendente de la Obra es que Martin no tocaba la guitarra.
   
   Horas de estudio, desvelos, soledades, frustraciones, regocijo, y los reclamos de la novia que no entiende que la guitarra es para ti mucho más que un instrumento, es como una extensión de tu cuerpo que tiene la necesidad de expresarse, receptiva a tus caricias en cualquier momento, y casi siempre, complementándote, cuando en el dar-recibir del impulso-sonido nos volvemos uno, atendiendo al ritmo del metrónomo y las notas del pentagrama.

   Seis meses para preparar la obra, tiempo suficiente, mientras practicas también te documentas sobre los lugares que habrás de conocer, volar a Lima, tres días en la capital paseando por el barrio de miraflores que conociste a través de Vargas Llosa solo para constatar, seguramente, que no es como lo imaginabas, por eso te empeñas en visitar los sitios que otros describen; después, El Cuzco, pueblito situado en medio de montañas, donde los vestigios de los viejos Incas se manifiestan a pesar de los siglos, habrás de recorrerlo completo, sus sitios sagrados, subiendo y bajando callejuelas en la madrugada, casi sientes el frío en tu cara.

   Faltan tres días para el viaje, estás listo aunque ansioso, piensas en los guitarristas que admiras, Russell, Madrigal, Garibay, Arody, Dukic, Marco Aurelio; todos hubieron de enfrentar a sus demonios antes de cada concurso o concierto, charlar con ellos, llegar a acuerdos, convencerlos o hasta amenazarlos y una vez ahí, en el escenario, frente a las luces, simplemente tocar.

   El aeropuerto de Cuzco no trabaja, te dice la peruanita que tienes enfrente, un problema con la guerrilla, sendero luminoso te dice, no lo puedes creer, pensabas que esa guerrilla ya no existía, es del tiempo de tus abuelos, seguramente los nietos de los antiguos guerrilleros heredaron la lucha, ¡puaf! te pasaron a joder. Tendrás que tomar un autobús de Lima a Cuzco, de 20 a 22 horas te dicen, tu boleto de avión se te rembolsará en seis meses, sientes que te comienzas a encabronar, respiras profundo y alcanzas a reprimir una puteada, entiendes que el mensajero no tiene la culpa, pones a prueba tu capacidad de resolución, si te apuras y tomas un bus, apenas llegarás tres o cuatro horas antes del evento.

   Corres con suerte, llegaste a la terminal y prácticamente te subiste al camión, asiento número 3, hasta adelante, una ventaja es que al menos podrás disfrutar del viaje en un primer plano, el bus se dirige a Nazca, de ahí a Abancay y finalmente al Cuzco, hay que estar relajado, no debes dejar que el inconveniente del transporte afecte tu interpretación del día de mañana. Respiras profundo.

   Los momentos previos a la entrada al escenario siempre te ponen nervioso, escuchas al participante actual en un segundo plano, el primero son tus pensamientos, tratas de no valorarlo técnicamente y mantener la concentración en la que has estado trabajando desde hace algunos días. En tus primeros concursos te pasaba lo mismo, siempre pensaste que a medida que fueras ganando experiencia te quitarías esta ansiedad, no es así y te parece que ella (en femenino), habrá de acompañarte siempre, más vale te acostumbres.

   Siempre que viajas te pasa lo mismo, vas al mundo de los sueños con una facilidad impresionante y cuando regresas no lo haces totalmente, te encuentras como en un estado de semiinconsciencia donde te es difícil discernir que es real y que no.

   El bus para, una hora para comer anuncia el chofer, te despabilas, bajas como siempre, acompañado de tu guitarra, te llama la atención un restaurante que anuncia cuyos como plato especial, decides comerte uno, está delicioso, la carne es suave y su cocción con diversas hierbas te dejan plenamente satisfecho, en el avión difícilmente hubieras probado este manjar, la vida te trata bien, piensas.

   El camión sube y baja, el camino es largo y sinuoso, sonríes al asociarlo a una rola de los Beatles, un grupo famoso de los sesentas, la vista es increíble, cada kilómetro una nueva postal, el atardecer cae suavemente y el paisaje se diluye con la ausencia de luz, te descubres contento.

   Ya estás acá, en el teatro municipal andino del Cuzco, comienzas a calentar junto con otros participantes, los tres grados centígrados dificultan la tarea, no importa, te enfocas, hay otros concursantes haciendo lo propio, identificas la estrategia de intimidación en el ritual, volumen, rapidez, calidad en los ejercicios, te aíslas, sientes más que escuchar tus sonidos, los que nacen de tus manos.

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   Sabes que el teatro está lleno, te llaman, pasas al escenario, tomas asiento, te acomodas, una luz te pega de lleno en el rostro, la percibes demasiado fuerte, no es normal, ves cómo se mueve hacia ti, definitivamente es algo extraño, te da miedo, despiertas plenamente reconociendo a un tráiler que trae la ruta contraria, que loco, te descubres agitado y sudoroso, calculas te faltan como diez horas de viaje, un dolor te atraviesa el estómago, son los nervios, piensas, tratas de ajustar de nueva cuenta tu respiración y entonces te das cuenta; el cuyo cobra venganza, sientes como devora tus entrañas para enseguida vomitarlas, se ha vuelto en el juez implacable que te saca del concurso.

2

   Sabes que el teatro está lleno, te llaman, pasas al escenario, tomas asiento, te acomodas, una luz te pega de lleno en el rostro, la percibes demasiado fuerte, no es normal, ves cómo se mueve hacia ti, definitivamente es algo extraño, te da miedo, el impacto, los cristales, el viento en tu rostro te traen abruptamente a la realidad, aunque sea por un instante.