Fotografía de Michael Meneklis
Te he observado los últimos dos años desde el rincón mas obscuro del corazón, conozco tus horarios, rutinas y personajes, tu sonrisa, movimientos y contoneos, tu estrategia de seducción confiada mas en una mirada que atraviesa que en la piel que muestras con desenfado.
He inventado historias con cada uno de lo personajes que representas, me he enamorado de la enfermera y fantaseo en contratar a una de tu porte para que me cuide en mis últimas tardes y noches, la colegiala con su blusa blanca y falda tableada me ha invitado al insomnio en mas de una ocasión, la policía con la que evoco fantasías de sumisión y donde irremediablemente termino con las muñecas lastimadas.
Te he seguido como un perro a su dueño por todos los antros de La Laguna, por todos los sitios que practican el culto a los vicios, a los templos de la lujuria, aquellos lugares donde al menos un falo de cromo se yergue en el espacio central en espera de los honores que las vírgenes de otros tiempos le confieren, esculturas poseedoras de algunos de los atributos mas apreciados por las mujeres.
He cambiado mi horario de trabajo para poder coincidir contigo, y así, sin inhibiciones, observarte desde mi obscuro rincón. En mas de una ocasión he montado mi tripie y jugado con la sensibilidad, velocidad y apertura de mi Cannon, previo arreglo con el portero para mantener el flash silencioso, es increíble lo que la foto en papel moneda de Diego Rivera puede conseguir.
Gracias a ti me he vuelto asiduo a esos lugares donde los indecisos, los parcos, los feos, los gordos, los pelones, los imbéciles, los nefastos, los corruptos, los acomplejados, los drogadictos, los borrachos, los viciosos, los odiosos nos olvidamos de quienes somos al ser tratados por las damas como el mismísimo Luis Miguel y por una noche, por un baile o al menos por un momento nos sentimos queridos, apreciados y si las monedas son suficientes hasta amados.
En esta vida nada es gratis, incluida la muerte.
Por ti he corrido innumerables peligros cuando regreso a casa y he de enfrentar los retenes que asustan a las calles, desde el capitán del ejercito, por fortuna nada que ver con el torturador de Pedro, hasta el policía mas modesto que solo quiere cenar; aquí los trasnochados somos presuntos narcos a los que hay que investigar, no en balde estamos en guerra.
Mi mujer trabaja hasta tarde por lo que siempre llego a casa antes que ella, prendo la tele o leo un poco con un Passport de compañía.
Me gusta esperarla despierto y observarla desde mi obscuro rincón y como hace un rato, sin que ella se percate, ver como se desviste.
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