miércoles, 27 de marzo de 2013

Beijing´s Silk Market



Hay una oferta para cada demanda
Florence Scovel




   La guía nos explica que tengamos cuidado con lo que compramos, hay imitaciones separadas por clases, es decir, algunas muy buena calidad, cercana al original y otras muy pobres; nos dice también que en el Silk Marquet, como casi en todo China, el regateo es parte del protocolo de compra venta.

   Se trata de un edificio de 6 pisos donde encuentras de todo, como en nuestro Tepito mexicano, Los pisos repletos de las mercancías mas variadas para todos los gustos, un ejercito de vendedores te espera, comienzan hablándote en inglés pero no tardan en darse cuenta que eres latino, es entonces que la palabra “amigo” nos acompaña toda la tarde buscando llamar nuestra atención.

   Apenas entras cuando se te acerca una chica en sus 20s, le sonríes, error, te toma del brazo y te quiere arrastrar hasta su local para mostrarte su mercancía, te resistes, le dices en español y en inglés “no, gracias” pero ella insiste, aquello se vuelve un forcejeo donde tratas de mantenerte firme sin lastimarla en el jaloneo, hasta que uno de tus amigos prácticamente te rescata de sus garras, cuando al fin te sueltas, sales a paso veloz en otra dirección, te fijas de que pasillo se trata para no volver a pasar por ahí.

   Te acompañan dos camaradas, Alejandro  y Abel, te parece una buena idea hacer juntos el recorrido en un sitio que se rige con sus propias reglas. Coincidimos en que necesitamos una maleta pequeña para nuestro viaje de regreso, además ahí podremos guardar lo que compremos.

   Preguntamos por algunos modelos, Abel suelta su primer ¿how much? de la tarde, un chico y un par de muchachas nos atienden, con unas cuantas palabras en inglés por parte de ambas partes es suficiente, el regateo lo hacemos mediante una calculadora, ellos teclean, nosotros tecleamos, vienen los reclamos por parte de los vendedores en un idioma que se habla fuerte y donde por el lenguaje corporal mas que por lo que escuchas entiendes su posición, “codo, codo” te espetan, tu solo sonríes y amagas con salir de la tienda, te jalan, regresas, teclean, tecleas, compras.

   De 950 Yuanes queda en 250 cada maleta, buen trato para todos, lo entiendes en la amplia sonrisa que una de las chicas te dedica cuando sacas la plata.

   Definimos a nuestro negociador, consumado maestro del regate con capacidad de leer cuando se debe seguir forzando y cuando parar. Antes de entrar, nos ponemos de acuerdo si a alguien le interesa algo de esa tienda, ofrecer comprar doble o triple es una estrategia poderosa.

   El primer golpe es contundente, ofrecer el 10% del precio que nos ofrecen, invariablemente el vendedor se altera y se da cuenta que tiene frente a si a un posible cliente, pero del tipo desalmado que le exigirá poner en práctica sus mas avezadas dotes para vender sin perder.

   Los vendedores son insistentes, agresivos, los pasillos se llenan de gritos, muchos gesticulan por llamar tu atención, cada local tiene una raya amarilla pintada en el piso sobre la entrada, parece ser una regla el que los vendedores no la sobrepasen, después te das cuenta que en los pasillos hay instaladas cámaras que vigilan.

   Pasamos la tarde, Uno de mis amigos se enamora por cinco minutos de una chica con un nombre impronunciable que se hace llamar Ice Cream, piel blanquísima, ojos y cabellos negros de acuerdo al prototipo de la belleza de esas latitudes. Ahí la estrategia de compra se va a la mierda, no pretendemos importunar el estado de la mujer, seguimos apostando por no borrar la sonrisa que nos regala, todos compramos al primer precio, bah.

   Como buenos consumistas, llevamos cosas que no necesitamos, ya para salir entramos a un local atendido por tres preciosas muchachas, una de ellas te toma de la solapa, retira tu bufanda, la alisa, te la vuelve a poner mientras te acomoda de nueva cuenta el saco, “handsome” te dice mientras toca tu pecho, siente el bulto de tu cartera, “mucho dinelo” dice, sabes perfectamente que esa es su estrategia de venta, atraer a los varones, coquetear y vender a toda costa, se te acerca peligrosamente, es una niña, piensas, das dos pasos atrás mientras sus ojos rasgados te siguen, logras romper el contacto visual y alcanzas a escuchar como tu líder negociador, vencedor de mil batallas, el inconmovible ya no regatea, al contratrio, paga 100 Yuanes por una prenda de 20 dejando además la mercancía, joder, los héroes también pueden ser vencidos, sales de la tienda.

   Te encuentras con Alejandro, te dice que quiere ver los relojes, te pide lo acompañes, de acuerdo, aún nos quedan 20 minutos para tomar el autobús, nos dirigimos al 4º piso, entra en uno de los locales, lo atiende un varón y dos chicas, tu lo esperas afuera observando otros aparadores, en un momento escuchas fuertes gritos, te asomas y ves a tu camarada en un rincón con los vendedores rodeándolo, no lo dejan salir, se cruzan nuestras miradas y percibes un dejo de angustia en la suya, entras y tocas el hombro del varón, lo percibes agresivo, tal pareciera que una vez que entraste a su tienda le tuvieras que comprar a huevo. Alejandro trata de avanzar a la salida pero una de las chicas lo toma del brazo, mi amigo jala con fuerza y golpea con el codo a la otra chica, su rostro se baña de rojo mientras grita, el chino empuja a mi amigo, quien cae en un aparador, el ruido de cristales rotos inunda el ambiente, cuando se dispone a golpearlo, lo agarro por la espalda con todas mis fuerzas, el maldito chino se tira al piso y se me escurre, siento un golpe en la cabeza, se me nubla la vista, gritos, desde el suelo alcanzo a ver como nos tunden a patadas, alguien apaga la luz.

sábado, 2 de marzo de 2013

Habana




   Si, al aeropuerto por favor, pego mi rostro al cristal del auto y me despido de esta ciudad, de la brisa con sal de su malecón, de sus olas enormes que se estrellan en el Morro, de los otrora cañones que adornan las calles, del capitolio y su ironía, del Granma, de los mojitos, del Capri y sus mujeres de traseros erguidos, del Partagras, del Gato Tuerto y sus boleros, del café, de la Casa de la Música y sus ritmos, de la Casa de las Américas y sus letras, de las cervezas Cristal y Bucanero, del aromático Cohiba, de las santeras vestidas de blanco, del Tropicana y sus bailes, del Habana libre y la historia en sus muros, de la guagua, de la gasolina rica en plomo, de los museos y sus restauraciones, de la casa Guayasamín con sus Fideles, de las callejuelas y sus miradas furtivas, de sus olores, de su gente.

   Llegamos, mientras espero en la fila, no resisto la tentación de verle el trasero a una joven que está delante de mi, es hermosa, un taco de ojo no le hace mal a nadie, decido distraerme en una lectura que cuenta las andanzas del mafioso Mayer Lansky en esta tierras. Me llaman, documento el equipaje y me dispongo a matar las tres horas de espera a golpe de recuerdos cercanos, tomo un asiento y me desparramo, cierro los ojos dispuesto a iniciar un ejercicio de reflexión y síntesis de la experiencia, lo que habré de recordar por siempre.

   Me remonto a mi llegada, mientras esperábamos pasar por migración, un policía vestido de civil buscaba en la respuesta de unos viejos que solo hablaban inglés, razones ocultas al placer de solo viajar, me pareció exagerado el interrogatorio, se trataba de un policía atrapado en los tiempos del recontra ultra espionaje de la guerra fría.

   Recuerdas tu turno frente a la oficial de inmigración, fue ahí, que viste por primera vez la puerta cerrada, esa que solo se abrió cuando ella verificó que eras un turista mas, hiciste un comentario que a cualquier otra mujer le hubiera arrancado una sonrisa, pero la mulata no estaba para bromas, recibiste un ceño fruncido y una especie de reprimenda como respuesta, de inmediato te arrepentiste. Mientras te volvías de nuevo un hombre aburrido, llenó un formulario y dándote una ultima mirada oprimió el botón que te abrió la puerta a la Habana.

   Esperaste tu equipaje, la maleta tardaba en aparecer, no te importaba, estabas respirando el aire de la tierra de Martí, de Silvio y Pablo, versos y guitarras que marcaron tu juventud, tierra donde Ernesto alcanzó las alturas de ícono revolucionario.

   Se te antoja un cigarro, los minutos parecen haberse detenido en esta sala de espera, nunca te han gustado, te meten en un estado de nerviosismo donde el humo del tabaco es lo único que parece calmarte, volteas y ves un letrero que prohíbe fumar.

   Para tranquilizarte cierras los ojos, recuerdas tus años de juventud, los debates, cigarros, las críticas al partido dominante, cervezas, las marchas de apoyo al pueblo nicaragüense en la glorieta de los Insurgentes. Te descubres suspirando con esa sonrisa del pasado mientras las palabras de Salvador Allende vienen a tu memoria “Ser joven y no ser revolucionario, una contradicción hasta biológica”, casi en automático, en voz inaudible repites la cita que no habían tocado tus labios en décadas, “las dictaduras engendran revoluciones”. Recordando sombras de la historia ves a Díaz en México, a Pinochet en Chile, a Stroessner en Paraguay, a Somosa en Nicaragua, a Duvalier en Haití, a Trujillo en Dominicana, a Noriega en Panamá, todos interpretaron la lección a su manera, “milicos del mundo, uníos”. Irremediablemente la reflexión te lleva a Fidel, el sempiterno Fidel.

   Vuelves a tu ensueño, te hospedaste en la Habana vieja, cogiste la mochila y saliste a la calle, después de rechazar a los choferes de taxis que no entendían tu vicio por caminar te sumergiste en esas calles de edificios grises, vestidos de hollín y de tiempo, el único color que ostentaban era el de la ropa tendida al sol de sus ventanas y balcones. La ciudad de las columnas de Carpentier te recibía, los vitrales de abanico rojos, azules o amarillos con huesos de plomo o de madera te saludaban, la música en los pequeños rincones te asaltaba y tú, que siempre has sido un tronco para el baile, te movías discretamente, provocando la risa de quien te veía, siempre había alguien observando.

   Nunca viste tantos autos clásicos juntos, algunos impecables, de colección en otras partes del mundo, un collage tecnológico del siglo pasado, carrocería americana, transmisión alemana, carburador checoeslovaco, suspensión soviética, los hermanos cubanos se adaptaron al bloqueo del tío Sam y se volvieron los padres del ingenio, resolvieron las carencias con lo que tenían, lo fabricaron, lo repararon, lo ajustaron, lo utilizaron.

   Caminaste por las calles de una de las primeras ciudades de la conquista, te preguntas como luciría en aquel tiempo, cuando la poderosa España y su iglesia, eran dueños de la tierra, de los mares, de los hombres y de las almas de los hombres.                  

   Cuando llegaste a la plaza de la revolución, un imponente Martí te sonrió… Yo soy un hombre sincero de donde crece la palma y antes de morirme quiero echar mis versos del alma… Yo vengo de todas partes y hacia todas partes voy: Arte soy entre las artes y en los montes monte soy. Guardaste silencio, a 120 años de su vida, le rendiste homenaje a un hombre que trascendió su tiempo y su espacio.

   Parece que te dormiste, abres los ojos, dos chicas y un joven están frente a ti, una de ellas es la cubana que te gustó en la fila de documentos, te tocas el rostro y tratas de ahuyentar al sueño frotándolo con fuerza, sin querer escuchas su charla, los percibes nerviosos, se preguntan porque tardamos tanto en salir, la verdad es que estamos a tiempo, una de ellas aprieta el boleto de avión, como si su futuro dependiera de ello, te das cuenta que por primera vez salen de la isla.

   Mencionan algo de un decreto, si, ahora lo recuerdas, lo leíste casualmente en el diario oficial, la política para salir de la isla para los cubanos que no son ni atletas, ni militares, ni diplomáticos, se suavizó. La nueva ley ya no exige la carta de invitación y tampoco la autorización del estado para salir, me parece que se requiere una autorización del responsable del centro de trabajo donde se labora, tiene que ver con el control de la fuga de cerebros, si, ya recuerdo.

   Vuelvo, una de las chicas transmite ansiedad, le sonrío, trato de imaginar la realidad que está sintiendo, me regresa el gesto, me sostiene la mirada, estamos así algunos segundos que me parecen eternos, sus ojos verdes son como imanes que no permiten que me aparte, una capa de humedad les atenúa el brillo, poco a poco, comienza a llorar, es un llanto silencioso, discreto, las lágrimas bajan por sus mejillas, aunque sigue sonriendo denota una profunda congoja, miro su mano, sus nudillos están blancos, el boleto ha perdido su forma, yo, por mi parte, sigo hipnotizado en el contacto, las palabras que conozco me abandonan, en un acto solidario mis ojos se humedecen también, me parece que si… su futuro depende de ello.