martes, 25 de febrero de 2014

TEMAZCAL


Quien busque el infinito, que cierre los ojos
Milan Kundera


Después de una noche que duró tres días, despiertas, abres los ojos, confundido te descubres en un camastro, un techo de paja te cobija, el inconfundible ruido de olas besando una orilla te dice que estás en alguna playa, aún recostado tratas de recordar que hiciste, como llegaste a este sitio. Una mujer entra corriendo a la choza, te sonríe y te apura diciendo que el ritual está por comenzar, enseguida sale a toda prisa dejando todavía más preguntas en tu mente. Te incorporas, descubres una botella de agua y la apuras con avidez, al primer trago sientes como quema tu garganta y esófago, demasiado tarde, es una especie de mezcal que te descompone volviendo a la sed lo menos importante en este momento, sales a la luz, una lluvia de fotones te recibe mientras tus ojos tardan un momento en acostumbrarse al cambio, aunque siempre lo logras, reflexionas, adaptarte al cambio.
   
La imagen es increíble, un inconfundible verde turquesa te dice que estás en el Caribe, la brisa de la mañana acaricia tu rostro, respiras hondo, llenas tus pulmones de ese aire salado que te hace tanto bien, cierras los ojos para concentrarte en las sensaciones que tus  pies transmiten mientras se hunden en la arena, ahora te fijas en los sonidos, escuchas con atención, mides el tiempo pretendiendo encontrar la frecuencia escondida en el oleaje, realizas algunos cálculos y determinas un rango que consideras aceptable, tu formación siempre te ha impuesto estos ejercicios; recuerdas un personaje de Asimov que se entretenía planteando las ecuaciones diferenciales de los cuerpos en movimiento, definitivamente no llegas a tanto; una brisa te acaricia, abres los brazos, los labios, la reconoces y saludas con una sonrisa, se trata de la hija del viento, tu amigo.

Un grito te trae de vuelta, la mujer de la choza te hace señas para que te acerques, caminas, descubres un gran domo blanco, un Temazcal enorme, el más grande que has visto en tu vida adornado con una serpiente emplumada, México lindo, un hombre con el pelo larguísimo te da un abrazo fuerte, gracias por estar acá vagabundo, te dice, asientes sin saber de quien se trata, maldita memoria; mientras esperas, tratas de recordar cómo has llegado a este sitio, la vista del mar a través de las palmeras es maravillosa, te hipnotiza y decides llevártela en uno más de tus recuerdos de vida, aquellos que habrás de nombrar la noche que te despidas, unas volutas de humo te sacan del trance, hay una gran fogata que otro muchacho atiza con una pala.

El ritual comienza pidiendo sabiduría a Quetzalcóatl hacia el Oriente,  volteamos al Poniente y nos dirigimos a Xipe Totec solicitando recibir y dar amor, al Norte invocamos a Tezcatlipoca buscando la inteligencia para reconocernos y hacia el Sur llamamos a Huitzilopochtli para que nos ayude a desarrollar nuestra voluntad en armonía con la voluntad divina. Asumes el rito con toda seriedad, por algo estás acá, no hay casualidades, te repites. El guía explica la forma de entrar, caminaremos rodeando el temazcal hacia la derecha, entraremos por la pequeña puerta y dentro caminaremos ahora hacia la izquierda hasta completar otro circulo completo, entendido, si, contestamos, emularemos el símbolo del infinito regresando al vientre materno, el común a todos los hombres, sin importar culturas o religiones, posiciones sociales o creencias, el vientre de la tierra, nuestra madre.

Soy el primero en entrar, la puerta es pequeña, el abdomen no me permite hacerlo en cuclillas de modo que lo hago gateando, las piedrillas del suelo me lastiman, hago el círculo interior y busco sentarme cerca del hoyo del centro delimitado por piedras, como nos pidieron, observo como entran el resto de las personas, 4 hombres y tres mujeres, todos toman su sitio, el guía nos dice que esta mañana haremos una puerta por cada uno de nosotros, también dice que compartirá un conocimiento que aprendió de sus padres y ellos de los suyos y así sucesivamente hasta el inicio de los tiempos. Nos pide que mantengamos la menta abierta, libre de prejuicios, que tratemos de sentir y dejemos de pensar, nos presenta a quienes llama sus águilas de fuego, el chico que estaba en la fogata y una mujer de cabello rubio que físicamente responde a patrones nórdicos.

El águila varón entra con una cubeta llena de piedras que se perciben muy calientes, en ese momento, siguiendo al guía comenzamos un cántico “Bienvenidas, bienvenidas, abuelitas de la antigüedad”, el muchacho deposita las piedras en el ombligo del temazcal, se retira y ahora quien entra es la chica con otra carga similar después de lo cual sella la entrada de luz, lo que nos lleva a una oscuridad casi total, solo el centro arroja algunos destellos producto de la incandescencia, dejamos de cantar, ahora nos pide relajarnos mientras diversos aromas inundan el ambiente - estamos aquí quienes tenemos que estar, bienvenidos hermanos, bienvenidos a casa, limpiaremos nuestro cuerpo y nuestro espíritu, estamos seguros, en paz, en el vientre de la tierra, nuestra madre, aquí todos somos iguales, no importa de dónde vengamos ni nuestras posesiones, todos somos hijos de la tierra, venimos a purificarnos, a dejar lo malo, a renacer como mejores personas.

El espacio se llena de vapor, alguien ha vertido agua sobre las piedras, comienzas a sudar copiosamente, sientes como tu cuerpo de agua se desprende del de carne en muchas pequeñas gotas, resbalan formando caminos caprichosos a través de los montes, valles, cicatrices, tatuajes y vellos que forman tu cuerpo. Los cánticos sobrevienen, uno tras otro, los sigues, concentrado, tus sentidos atentos, alertas, sin querer perderse un solo detalle de la experiencia, como si cada uno de ellos tuviera voluntad propia y al tomar preponderancia en la percepción del mundo, estuvieran jubilosos. Las piedras calientes siguen entrando, ocho puertas, ocho recargas, ocho nacimientos.

Permiso para hablar, Concedido, el tiempo de las confesiones ha llegado, de tirar lo malo al fuego, de lanzarlo a las abuelitas que con su sabiduría sabrán que hacer, de quitarnos el lastre de las acciones vergonzosas mediante una confesión pública, de reconocer, de arrepentirnos, de aprender, Jop.

Permiso para hablar, Concedido, agradeces al guía y a sus águilas la experiencia, agradeces a tus hermanos su compañía, comprometes tus acciones futuras con la tierra de testigo, escuchas el tono de tu voz, te suena distinta, es la voz de mis entrañas, piensas, Jop.


El momento de renacer ha llegado, gritamos con todas nuestras fuerzas, mientras se abre la puerta de luz, salimos, ahora eres el último, estás cansado, calculas que las ocho puertas se han llevado poco más de tres horas, definitivamente estás deshidratado, piensas en lo bien que te caería una cerveza fría, te pones de nueva cuenta a gatas, por alguna razón te duelen muchísimo las rodillas, te levantas, intentarás pasar de cuclillas, te sujetas del marco de la pequeña puerta mientras flexionas tus piernas ausentes de fuerza, algo que no calculaste, al intentar dar el primer paso, pierdes el equilibrio, te vas hacia un lado, alcanzas a recomponer pero ahora te vas hacia atrás, no hay retorno, el ombligo del temazcal te recibe.

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