Texto presentado el 28 de julio de 2016 en la segunda edición de
ANHELARTE dedicado a la maestra Rosina Guerrero de Alvarado a casi cinco años de su partida.
UNO
He soñado con esta casa mucho tiempo, esta casa que no es la
mía pero que pudiera serlo, es extraño, nunca había estado aquí pero puedo
describir cada rincón de este sitio, - esa escalera, la cocina, este espacio-
me siento cómoda aquí, entre ustedes, hoy, rencontrarme con gente que conozco,
con gente que amé y que me amó.
Tomar el té con una hoja en blanco que espera frente a mí me
entusiasma, lleva tiempo esperando, las ideas hay que trabajarlas,
acariciarlas, mimarlas, hablarles lindo para que se vayan acomodando y
encuentren sus palabras, mis palabras que algún día dejarán de serlo para
acomodarse a cada contexto, a cada experiencia, a cada vida. Es lo lindo de
la poesía.
DOS
El ejercicio de escribir siempre ha llamado a mi puerta,
muchas veces me han preguntado ¿qué es lo que me inspira?, ¿qué es lo que me
mueve? para acomodar palabras y decir algo que valga la pena de ser dicho, o
recordado y romper aquel sabio proverbio chino que dice que si no tienes nada
inteligente que decir, lo mejor es permanecer callado.
El escribir es, como cualquier otra disciplina, producto del
trabajo, de la dedicación, del estudio, de la insistencia en acomodar, en mi
caso palabras e ideas, en las de un pintor, tal vez formas y colores, en las de
un músico las notas adecuadas para interpretar o crear una composición, que,
como el lienzo, o la hoja blanca nos invitan a unos y a otros a contar, a crear
o a tocar.
El proceso creativo no se da necesariamente en la producción
de la obra, está más allá, en la concepción, en el desarrollo del concepto que
al final habrá de sustentarla.
Ayer, en el marco de una cena recibí una invitación sui
géneris, me la entregó un jovencito, consistía en participar como soporte en un
ejercicio de body painting, invitación de por si extraña al hacerla a una mujer
en sus setentas, pero el que el evento se vaya a realizar hasta dentro de cinco
años, en el 2016, es francamente inverosímil, seguramente la sorpresa se
reflejaba en mi rostro, cuando el muchacho me preguntó si asistiría, en un
impulso le dije que sí, que vería la manera de hacerlo.
TRES
Hoy, a diferencia de muchos eventos en los que he participado
y donde la poesía ha sido mi mejor aliada, esta noche no voy a leer parte de mi
obra, tampoco habré de comentar la de algún otro colega, me toca solamente
estar, conmigo misma, retraída hasta el extremo de la inmovilidad, la necesaria
para que el artista me vista de colores.
¿Qué siente un lienzo? La pregunta podría parecer estúpida,
pero creo que no hay preguntas estúpidas, cuando mucho, perspectivas limitadas.
Ya estamos aquí, en un encuentro con las artes, yo, en esta mesa,
que bien pudiera ser mi favorita, en este sitio que reconozco de otro tiempo,
otra vida quizá, bebiendo té, dispuesta a encontrar la respuesta del lienzo, a
sentir el cosquilleo que los pinceles habrán de ejercer sobre mi piel, la
frescura de los colores, las texturas que se irán creando y acomodando en mi
cuerpo y mis ropas, la simbiosis consciente entre el artista y su obra, el
reconocer su concentración y entusiasmo, la comunicación que no necesita
palabras, ni signos, aquella que se encuentra en otro plano de las relaciones
interpersonales, una que espero experimentemos todos en algún momento de
nuestra vida.
Aquí, hoy, en esta mesa, congelada en el tiempo, en un
momento de reflexión perfecto y constante, con una hoja blanca frente a mí, llamo
a los signos, aquellos que al juntarse expresen lo que siento, lo que me ha tocado
vivir, aquí, en esta casa, en este tiempo, bebiendo té, saboreando té, anhelándote,
esperándote , abrazándote, recordándote, sintiéndote, conmigo, aquí, ayer,
mañana, cerquita, dentro y fuera de mí, alrededor mío, respirándote, hoy o
dentro de cinco años o toda la vida, mi vida, nuestra vida, sus vidas, quien
sabe, ¿qué es el ahora? sino la consciencia del estar, del vivir, del amar, sin
tiempo, rompiendo cuantas leyes de la física sea necesario y todo por el
privilegio de una vez más, beber té.