sábado, 6 de agosto de 2016

Bebiendo té



Texto presentado el 28 de julio de 2016 en la segunda edición de ANHELARTE dedicado a la maestra Rosina Guerrero de Alvarado a casi cinco años de su partida.

UNO

   He soñado con esta casa mucho tiempo, esta casa que no es la mía pero que pudiera serlo, es extraño, nunca había estado aquí pero puedo describir cada rincón de este sitio, - esa escalera, la cocina, este espacio- me siento cómoda aquí, entre ustedes, hoy, rencontrarme con gente que conozco, con gente que amé y que me amó.

Tomar el té con una hoja en blanco que espera frente a mí me entusiasma, lleva tiempo esperando, las ideas hay que trabajarlas, acariciarlas, mimarlas, hablarles lindo para que se vayan acomodando y encuentren sus palabras, mis palabras que algún día dejarán de serlo para acomodarse a cada contexto, a cada experiencia, a cada vida. Es lo lindo de la  poesía.

DOS

   El ejercicio de escribir siempre ha llamado a mi puerta, muchas veces me han preguntado ¿qué es lo que me inspira?, ¿qué es lo que me mueve? para acomodar palabras y decir algo que valga la pena de ser dicho, o recordado y romper aquel sabio proverbio chino que dice que si no tienes nada inteligente que decir, lo mejor es permanecer callado.

El escribir es, como cualquier otra disciplina, producto del trabajo, de la dedicación, del estudio, de la insistencia en acomodar, en mi caso palabras e ideas, en las de un pintor, tal vez formas y colores, en las de un músico las notas adecuadas para interpretar o crear una composición, que, como el lienzo, o la hoja blanca nos invitan a unos y a otros a contar, a crear o a tocar.

El proceso creativo no se da necesariamente en la producción de la obra, está más allá, en la concepción, en el desarrollo del concepto que al final habrá de sustentarla.

Ayer, en el marco de una cena recibí una invitación sui géneris, me la entregó un jovencito, consistía en participar como soporte en un ejercicio de body painting, invitación de por si extraña al hacerla a una mujer en sus setentas, pero el que el evento se vaya a realizar hasta dentro de cinco años, en el 2016, es francamente inverosímil, seguramente la sorpresa se reflejaba en mi rostro, cuando el muchacho me preguntó si asistiría, en un impulso le dije que sí, que vería la manera de hacerlo.

TRES

   Hoy, a diferencia de muchos eventos en los que he participado y donde la poesía ha sido mi mejor aliada, esta noche no voy a leer parte de mi obra, tampoco habré de comentar la de algún otro colega, me toca solamente estar, conmigo misma, retraída hasta el extremo de la inmovilidad, la necesaria para que el artista me vista de colores.

¿Qué siente un lienzo? La pregunta podría parecer estúpida, pero creo que no hay preguntas estúpidas, cuando mucho, perspectivas limitadas.

Ya estamos aquí, en un encuentro con las artes, yo, en esta mesa, que bien pudiera ser mi favorita, en este sitio que reconozco de otro tiempo, otra vida quizá, bebiendo té, dispuesta a encontrar la respuesta del lienzo, a sentir el cosquilleo que los pinceles habrán de ejercer sobre mi piel, la frescura de los colores, las texturas que se irán creando y acomodando en mi cuerpo y mis ropas, la simbiosis consciente entre el artista y su obra, el reconocer su concentración y entusiasmo, la comunicación que no necesita palabras, ni signos, aquella que se encuentra en otro plano de las relaciones interpersonales, una que espero experimentemos todos en algún momento de nuestra vida.

Aquí, hoy, en esta mesa, congelada en el tiempo, en un momento de reflexión perfecto y constante, con una hoja blanca frente a mí, llamo a los signos, aquellos que al juntarse expresen lo que siento, lo que me ha tocado vivir, aquí, en esta casa, en este tiempo, bebiendo té, saboreando té, anhelándote, esperándote , abrazándote, recordándote, sintiéndote, conmigo, aquí, ayer, mañana, cerquita, dentro y fuera de mí, alrededor mío, respirándote, hoy o dentro de cinco años o toda la vida, mi vida, nuestra vida, sus vidas, quien sabe, ¿qué es el ahora? sino la consciencia del estar, del vivir, del amar, sin tiempo, rompiendo cuantas leyes de la física sea necesario y todo por el privilegio de una vez más, beber té.

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