martes, 8 de junio de 2010

Punto Perdido

“Eso es lo yo llamo una hermosa cabeza de hombre.
Gastada, agrietada por la vida y las pasiones”
J P Sartre

Ayer en el juego, el chino me espetó un “hoy vienes muy chaquetas”. Y todo porque a pesar de tu mayor esfuerzo no pudiste alcanzar una bola que va justo al rincón de tu lado flojo, el siniestro, y a riesgo de romperte la crisma te lanzas con la raqueta como buscando arponear un pez oculto en alguna cueva, pero no alcanzas la bola, con la inercia no te puedes detener y simplemente metes el hombro para salvar el sonido de tu cráneo al romperse en el blanco muro. Y ya en el suelo, una vez que has recuperado la respiración le dices, pues si, siempre me la he jalado, me la jalo y me la jalaré, ¿tienes algún problema con ello?
No puedes reprimir una sonrisa de triunfo cuando observas su cara extrañada porque en ese momento te está ayudando a incorporarte y seguramente se imagina que antes o después esa mano de la que te tiene sujeto besó o besará tu falo, está desconcertado, no sabe si soltarte o de una buena vez levantarte para poder limpiar su diestra en el short aunque sea en seco. Y tu, en tus treintas, que ciertamente no puedes apartarte de la caricia por la mañana, tu primer amor, el siempre fiel, ese que no requiere explicaciones si no estas de humor, el que se contenta con una buena eyaculada sin necesidad de mediar palabras, ese con el que has hecho del paso de la muerte todo un arte, sentir como en el momento del orgasmo te sueltas y esperas 1 o 2 interminables segundos antes de tomarte de nuevo con la fuerza de la zurda, cuando tus efluvios resbalan por tus dedos, por tu entrepierna y mojan la sábana y sientes el líquido viscoso y caliente y pegajoso y como siempre, ya relajado, un grito de tu pequeña conciencia te reclama el solitario amor, pero enseguida tienes la respuesta que te justifica pensando que cualquier satisfacción vale la pena, no importa como sea y si sobre todo si queda “literalmente” en tus manos hacerlo, ¿porque no?. Que se jodan los puritanos, los miedosos, los que piensan que cada hombre tiene un número finito de eyaculaciones y temen que cada ocasión más, es al final, una ocasión menos; pero quien te garantiza que el final no es en un rato, cuando te distraigas viendo una minifalda y un camión urbano te de un empujón a 60 KPH y sientas como una defensa oxidada que ha sido testigo de múltiples golpes te revienta las costillas y que en el sofocón percibas como tus pulmones han sido perforados y simplemente no puedes respirar, y te visualizas como aquellos peces que al sacarlos del agua desesperadamente tratan de jalar aire, por el hocico, nariz, branquias, boca, te mimetizas por un instante y la desesperación se te dibuja en el rostro y percibes gritos y a la gente que se agolpa a tu lado viéndote morir y percibes la humedad en tu entrepierna y sabes que aunque está caliente, no es semen, y un miedo atroz te enfría la nuca y te acuerdas de tu madre, la primer mujer que te amó y seguramente la única que nunca dejará de hacerlo, mientras su final no se presente, aunque el tuyo llegue primero. Y si, el final puede ser hoy, o tal vez fue ayer y esto no es más que una especie de memoria remanente que confirma la tesis de que la caricia de ayer valió la pena, aunque no haya testigos.