miércoles, 7 de septiembre de 2011
Coricancha
Fue el templo más importante del Tahuantinsuyo, construido en la ciudad del Cusco durante el horizonte tardío, es decir, la etapa imperial de la historia incaica.
En el Coricancha ("Recinto de Oro") vivía el Willac Umu, máximo sacerdote del dios Inti (el Sol) quien, junto a los tarpuntaes, se encargaba de las tareas astronómicas y principales ceremonias religiosas del Imperio Inca. Dentro del complejo sagrado se ubican aposentos destinados para rendir culto a otras divinidades como Wiracocha, Illapa o Mama Quilla.
Coricancha, Coricancha, al fin, bendita Coricancha, centro del Tahuantinsuyo, si eres la mitad de lo que hemos escuchado podremos asegurar que valió la pena, poco habrán de importar el interminable viaje, las luchas, el hambre, las alturas, la sangre y la muerte, el dios del sol, del oro, compensa todo, lo vale todo, voluptuoso, insaciable, ningún sacrificio que haga el hombre será suficiente para calmar tu sed, hasta el fin de los tiempos estaremos dispuestos a cualquier cosa, solo habrás de pedirlo, seremos capaces de matar a los reyes de España, Francia e Inglaterra juntos, de vender a nuestras mujeres, de sacrificar a nuestros hijos, de abrir a los curas y entregarte como ofrenda sus entrañas a ti, oh mi Dios.
Coricancha, esbozo del Paititi, sueño de los hombres, si eres la mitad de lo que hemos escuchado, habrá valido la pena, vamos por ti, por las ofrendas que estos salvajes han trabajado, no importa la sangre que habremos de derramar, la Iglesia y España están de nuestro lado.
Coricancha, pasaremos con nuestros caballos sobre el Willaq Umu, profanaremos el templo del sol con nuestras botas llenas de barro, defecaremos en el templo del trueno y del arco iris, firmaremos con cruces la vía láctea que tus indios han profanado con la llama negra.
Coricancha, follaremos a tus vírgenes en tu esquina Noroeste con la luna y Waricocha como testigos, sembraremos en tu tierra la semilla que habrá de engendrar una raza nueva, misma que en 300 años habrá de sublevarse porque no sabemos ser esclavos. Habremos de aplastarlos y desmembrarlos en el centro del Cusco bendecidos por nuestra santa madre Iglesia para escarmiento del pueblo nuevo y el antiguo.
Coricancha, encenderemos nuestros hornos y fundiremos tus ofrendas convirtiéndolas en lingotes durante los meses que sea necesario hasta vaciar tu brillo deslumbrante. Escupiremos y miraremos con desprecio a tu pueblo que grita y se mesa los cabellos al descubrir que los españoles profanan tu suelo y levantan su estandarte en el mismísimo ombligo del mundo, en el templo mas importante del Inca, firmando la conquista.
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