jueves, 10 de noviembre de 2011

Amante

Fotografía de Jesus Pámanes

Te conozco desde siempre, desde que ese feo camión te depositó en mi cercanía.


Al fin llegaron, nos fueron desvistiendo poco a poco, frente a todos, sin importarles que nuestros mas recónditos secretos quedaran al descubierto, al principio no me importó, ya que los cambios eran menores, pero después, cuando comenzaron a utilizar esa máquina que me hacía cosquillas al quitarme la piel y la tierra del cuerpo, comencé a sentir mi desnudez como nunca antes. Mis vetas mas secretas quedaron al descubierto y las arrugas de mis años, se mostraron.


Aquí estoy sin haberlo pedido, nadie me preguntó si quería venir, no me quejo pero, joder, lo menos que uno merece es escoger su destino.


Pude observar como te transformabas para mi, nadie parecía advertir la belleza que estaba quedando al descubierto, tu también te quitabas la ropa, sin quererlo, sin pedirlo, para mi fortuna las mismas manos nos tocaban y así, indirectamente, mi piel se depositaba en la tuya cuando Marchelo, o Norma, o Miriam o Sabrina te acariciaban.


Llegue a amar esas manos, que de tanto tocarme se volvieron mis amigas y a través de las cuales estaba contigo.


Nadie parecía darse cuenta, solo yo creía percibir el movimiento de tus formas, la ternura que encierras, el arte que yace en la piedra. Uno de los días mas felices de mi vida, fue aquel, ese en el que apareció tu maravilloso diente blanco. También, como yo, mostrabas tus secretos, esos que llevamos grabados en la piel y que pocos han visto.


Un día dejaron de tocarnos, habían decidido que estábamos listos, que las ropas que aún vestíamos eran suficientes para cubrir el resto de nuestras vidas, que las vetas que quedaban al descubierto contaban lo suficiente de nuestra historia, finalmente se fueron, los extraño, como tu.


El no tener manos con las cuales tocarte me enfermó, comencé a perder mi brillo, mi roca suspendida buscaba tambalearse para en un golpe de suerte quedar a tus pies y beber de tu fuente y embriagarme y saciarme y morirme.


Fue entonces, en una luna de Octubre que pude desprenderme, no se como y no me lo explico pero por la noche, cuando cierro mis ojos y me concentro lo suficiente, puedo acercarme a ti, acariciarte, contarte una historia, puedo tocarte.


Solo Cruz, el jardinero conoce nuestro secreto.


Todos los días, temprano, antes de que salga el sol, sonríe, me da una palmada y arregla el lastimado césped que nos separa para mantener nuestro secreto vivo.

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