viernes, 25 de noviembre de 2011

Cinthia



I



Si mami, en un rato voy, sigo en la oficina, ya sabe como es este negocio, en la CFE trabajamos aunque usted no lo vea, ya se que ni la empresa ni la frase le dicen algo, eso le pasa por ser coterranea de Francois Fillon, en un rato le llamo..


Bueno... si... hola.... que tal muñeca...ya mero termino... le juro que ya iba a su encuentro pero tuvimos falla...


Ya le había explicado... cuando hay falla, tengo que estar acá, hacer los reportes y avisarle a mucha gente...


Bueno... si, ya se que es tarde, pero que quiere, así es el trabajo...ya le dije que en un rato la alcanzo, donde dice que está??... un bar?.... y eso?....ah.... si, lo conozco, por avenida Independencia a la altura del Costeñito, nos vemos en 30...






II


Maldito día, desde temprano con el trabajo hasta el tope, eso de recibir mas de 100 correos al día no está bien.


Recuerdo con nostalgia la dinámica de hace algunos años, cuando el correo electrónico no existía y la correspondencia mantenía al sistema de correos vivo. Extraño las papeleras, esas donde depositábamos los oficios que había que atender, nunca eran mas de 10 al día. Extraño los sobres, y ese ritual de abrir con un cuchillo cada uno de ellos para descubrir desde el olor del papel hasta las instrucciones, oficios, vivencias, felicitaciones o versos que pudieran resguardar. Extraño la letra manuscrita, aún el batallar para entender cada palabra, no como hoy, donde los textos visten una perfecta tipografía que el genio de Jobs incorporó a las computadoras y luego, según su versión, Windows simplemente copió.


Aquellos textos, los escritos a mano, parecían contener los rasgos y emociones de las personas, podía uno leer a pesar de las palabras, la fuerza o el desencanto, el júbilo o la debilidad, todo estaba ahí, en un papel que tocaron otras manos, y que ahora se volvía tuyo, un punto de contacto finalmente.


Si, en algún momento de nuestra vida que por supuesto olvidamos fuimos visitados por los hombres de traje gris, se robaron nuestro tiempo de acuerdo a la ficción de Michael Ende.


La tecnología nos ha vuelto mas productivos, el precio ha sido alto, según Sabato también nos hemos vuelto menos humanos.


Bueno en eso nos hemos convertido, terminas por acostumbrarte sin darte cuenta que los hijos te lo reclamarán algún día.


Por cierto, hoy quedé de tomar un café con Cinthia, la maestra de francés que acaba de pisar tierras mexicanas, una mujer sola en tierra extraña siempre es vulnerable.


Me gustó desde que la vi, primero porque el intercambio de ideas fue interesante, pudimos mantener una comunicación bidireccional, es decir, una secuencia de ideas perfectamente coherentes aplicables a diversos contextos, buen ejercicio; segundo, porque posee un acento que siempre me ha cautivado, desde los años de las lecturas de Dumas y tercero, está buenísima.


Hace algunos años, probablemente el orden de las prioridades hubiera sido otro, supongo que el tiempo robado, hoy me ha cambiado un poco.


III


Por fin me puedo zafar, el trabajo es primero, cultura CeFEista, ya, primero se trataba de un café, y a ultima hora salió lo del bar que están inaugurando, entiendo que alguien la invitó de última hora. No será la primera ocasión en que voy a una fiesta de rebote.


Me dijo que en la Independencia, ya estoy cerca, a ver a quien nos topamos, en este pueblo con carencia de restaurantes o bares, siempre terminas por encontrarte a alguien.


Por fin llego, vaya, gente adentro fumando, será que regresamos a los felices días donde el humo aún era inofensivo o por tratarse de la primera noche la prohibición puede irse al carajo, no importa, podré encender mi puro Dominicano, la noche comienza bien.


Está muy obscuro, me acerco a la barra y pido un whisky, espero un rato en lo que me acostumbro a la ausencia de luz. Enciendo mi puro y cuando me topo con la furiosa mirada de una mujer que se siente ultrajada por mi humo de vainilla, me retiro a buscar a la francesa. Voy de mesa en mesa, ahí está, en medio de una manada de lobos.


Cuando me ve, viene a mi y suelta la mano de uno de sus galanes con la evidente sorpresa de éste. Trastabilla y tengo que sostenerla, viene alcoholizada, supongo que el Dios Tequila la está bautizando en la tierra de los Irritilas. Trae una sonrisa capaz de derretir cualquier frío glaciar, viste blusa roja, medias negras y minifalda azul, la concordancia con la rola de Sabina me pone de inmejorable humor, la recibo con un cálido abrazo, ella olvida donde o con quien está ya que me habla en un francés perfumado de alcohol que simplemente no entiendo.


La atajo y le digo que sería mejor si conversáramos en español, suelta una grotesca carcajada que francamente me pareció una sobrerreacción, comencé a darme cuenta que Cinthia estaba como comúnmente decimos los mexicanos... bien peda.


Cuando Angie invade nuestro espacio, Cinthia literalmente me arrastra hacia la pista, mientras Jagger canta, la tomo del talle y la acerco a mi, no me importa que el olor a tequila me grite que la chica lleva varias horas bebiendo, mientras bailamos, siento la mirada de los lobos que seguramente se preguntan quien es el hijoeputa que se está llevando a la Dama de las Camelias cerca de la hora cero.


A los Rolling le siguieron Cat Stevens, Chicago y otras oldies que me pusieron a tono, la muchacha no dejaba de hablar en francés, comenzó a besarme y a juntar su cuerpo con el mío. Ese idioma si lo entiendo, el corporal, no requiere de verbos o adjetivos, no importa la gramática, las sensaciones no saben de idiomas, aunque si de lenguas.


Cinthia había cruzado el umbral del no retorno, aquel que se presenta en un cierto trago, mientras no lo tomes, el control aún está de tu lado, si lo tomas, todo es posible y normalmente los remordimientos te despiertan a la mañana siguiente acompañados de un dolor que taladra tu cabeza.


Sentía mas que nunca las miradas de los otros, los galanes seguramente sentían la lucha perdida. La eterna competencia entre los machos de las especies buscando demostrar la supremacía que al final te brinda los derechos.


Me siento bien, muy bien, el whisky, el humo y la mujer me tienen elevado, como en otro espacio, uno que es solo mío. Levanto su cara, me da otro beso y mientras abre los ojos intentando reconocerme, no puede reprimir la arcada, yo no alcanzo a entender lo que pasa hasta que el fétido olor de su vómito en mi pecho me trae de nuevo al mundo, entre las risas de los lobos...

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