jueves, 19 de enero de 2012

Naufragio




Ha llegado la hora de buscar a los perdidos.
Nietzsche



Cenamos, fumamos, bebemos, bailamos, platicamos, nos acariciamos, con la mirada, con las manos, con las palabras. Ven mami, esta es la primera noche del resto de nuestras vidas te digo mientras te abrazo fuerte, como lo haría un oso domesticado, casi hasta sofocarte sin importarme estar en medio de una pista atestada de gente extraña, tal vez por eso no me importa, es casi como estar solos, una chica sentada en la barra es la única que parece percibirnos, nos olvidamos del pudor, una de las ventajas de ser nadie es que te vuelves invisible, te susurro algo al oído cuando viene el estruendo, un ruido fuerte, seco, lleno de ecos que cambian de tono y frecuencia a medida que el metal del casco sucumbe para dar paso, inmisericorde, al frío mar del mediterráneo.


El miedo a lo desconocido hace presa de algunos, muchos se dirigen a la salida del salón, pero son tantos que aquello se vuelve peligroso, una anciana cae y nadie parece darse cuenta, te veo a los ojos y te digo que es mejor esperar a que la gente se calme, que aquello se descongestione un poco, súbitamente el piso comienza a inclinarse, 40, 50 grados, me doy cuenta que tomé una mala decisión, caemos, te suelto y me aterra el perderte, rodamos, todos, a babor o estribor, no importa, junto con las copas y platos de las mesas, nos quedamos a obscuras, imagino la salida del generador diesel y el intento fallido del sistema de transferencia para poner en servicio el de respaldo, esto sucede cuando la contingencia es común para todos, le hecho la culpa de esta obscuridad absoluta al factor inclinación, seguramente ningún diseño de sistemas de energía considera esta circunstancia como operable. 


Sobrevienen los gritos de la gente llamando a los suyos peleando por hacerse oír, en una imagen inverosímil, recuerdo a los vendedores de la calle de Moneda en la ciudad de México, donde el reto es gritar mas fuerte que el de a lado. Como si la venta dependiera de ello y no del producto o del precio.


Dos mil personas asustadas, muchas gritando en lenguas que no entiendo, en otra asociación extraña, tal vez producto del Whisky me veo en la Babilonia de antes construyendo una torre que deberá alcanzar el cielo, confundido, regreso, me encuentro a obscuras en algún piso de un barco que se está llendo al carajo con todo y sus 80 000 toneladas .


Es difícil ponerse de pié en un espacio inclinado, los zapatos no ayudan, los líquidos vertidos en el piso tampoco, algunos me jalan buscando apoyo y yo, egoísta, me zafo, solo me importas tu, te busco, a tientas, entre brazos, piernas, manos, cabezas, al fin te encuentro, te reconozco, esa mano tantas veces besada me llama, te jalo fuerte hacia mi, mami, te digo, no tengas miedo, eso me toca a mi, pienso.


Como puedo avanzamos entre cuerpos y jalones hacia donde supongo está la salida, algunos alumbran con celulares, otros con encendedores, yo no tengo luz a la mano, solo la firme convicción de sacarte de ahí, cuando el pánico invade a los hombres se pierden todos los principios de civilidad, en minutos las dos mil almas atrapadas habremos de demostrar, una vez mas, de lo que los seres humanos somos capaces ante la encrucijada de la muerte.


Avanzo, 20, 30, 40, metros, minutos, empujo, jalo, pisoteo, blasfemo, golpeo, grito, avanzo, poco a poco, tortuosamente pero avanzo, vas detrás de mi, tu aliento casi en mi nuca, aunque no emites palabra, te siento cerca, respondes a cualquier estímulo, derecha, izquierda, abajo, en esta lucha por salir de un manicomio in crescendo, el barco se inclina un poco mas. Nunca como ahora comprendo esa frase de "sálvese el que pueda", el ser humano al natural, mezquino, donde el instinto mas animal, con todo respeto para los animales, nos domina y hace que olvidemos los valores que hemos cultivado a lo largo de nuestras vidas.


Encuentro una puerta, un pasillo, otra puerta, por fin, sudoroso, agotado, vislumbro la salida a uno de los pasillos que dan a cubierta, la luz de la luna me reconforta, busco tu rostro dispuesto a darte un abrazo pero no eres tu, la mujer que he traído a cuestas durante la ultima hora no eres tu, comienzo a llorar como un bebé mientras la chica de la barra que nos veía bailar sonríe y me agradece a su manera, a señas.