En la lucha entre uno y el mundo, hay que estar de parte del mundo
Franz kafka
Te despiertas, un casi extraño te regresa la mirada frente
al espejo, a pesar de lo irónico que le pueda sonar a tu calvicie, estas
despeinado, los cabellos de tu diestra, se encuentran aplastados en comparación
con los de la siniestra, la barba de cinco días te da un aspecto cansado,
parece que el whisky te pasa su factura, terminas pagando los tragos por
partida doble, con plata y salud, a tus ojos parece cubrirlos una capa de
humedad que te dificulta el enfoque, principalmente el de tu vida, decides
bañarte, retirarte los olores del Cohiba, quitarte el aroma de una mujer cuyo rostro
has olvidado y cuyo nombre solo habrás de recordar si ella lo menciona, abres
la fría, que otra se puede abrir en una mañana de 33 grados en el Norte de México,
en medio de una de las sequias más crudas de la historia.
Vuelves al espejo, aunque te has refrescado te sigues viendo
jodido, las crudas arriba de los 50 tienen un efecto devastador, te vistes con uno
de tus pantalones peruanos que tanto te gustan y cualquiera de tus playeras
negras, esas te gustan todas, cada una encierra una historia, un sitio, una
circunstancia, un concierto, una mujer.
Tomas un pan y un vaso de leche, te dan nauseas, vomitas, te
metes un enjuague bucal y su sabor llama a las arcadas de nuevo, lo que
necesitas es una cerveza, te enfilas a La Sevillana, el bar de Víctor, por
alguna razón tienes la esperanza de que esté abierto y que tengan algo de la
paella que prepara Josué, con una cerveza claro, a eso vas.
Almuerzas, te sientes un poco mejor aunque te sigas viendo
del carajo, decides visitar al señor Sosa, el viejo tiene toda su vida peluqueando
a los hombres de La Laguna, te gusta visitarlo y escuchar sus historias.
Hace pasar su máquina por tu cabeza, recorta todos tus
cabellos dejándolos más o menos del mismo tamaño, te preguntas cuando le pedirás
que finalmente te rasure el cráneo, no te decides porque sabes que será como casarse
con la navaja, deberás amarla a tiempos regulares, incorporarás a tu vida una
nueva rutina que probablemente habrás de odiar, como te ha pasado tantas veces. Decides que aún no ha llegado ese momento.
Se dispone a lavar tu cabeza, ajusta la temperatura, te
recuesta, te masajea, como siempre
cierras los ojos, te duermes uno o dos minutos, te despiertas de ese micro
sueño breve y reparador, cuando una brocha de cerdas suaves pinta tu cara de
espuma, la distribuye en todos los espacios que se habrán de limpiar, con sus
dedos alcanza la piel entre tu labio inferior y el candado de tu barba, llegando
a aquellos sitios donde la brocha no funciona. Pone sobre tu rostro una toalla
caliente, das un respingo mientras las manos del peluquero la sostienen con
firmeza, sientes tu cara roja, imaginas la dilatación de tus poros como
abriéndose a la vida, soltando un poco las ataduras del rostro. Retira la
toalla solo para poner de nueva cuenta otra más que ya tenía preparada, el
choque térmico en esta ocasión es menor por lo que tu piel no protesta y
terminas por relajarte, retira la toalla y sientes como la navaja se resbala
por tus mejillas hasta llegar a la frontera de tu cuello retirando la espuma, recuerdas tu reflejo de la mañana, esperas haberlo ayudado un
poco.
Cierre 2
El maestro se concentra en tu candado, busca la simetría que los cánones dictan, pasea la navaja por tu cuello, sube y baja con extremo cuidado. Una detonación que proviene de la calle nos hace brincar a todos, parece que algún malo lanzó una granada a una patrulla, se rompieron algunos cristales, la gente sale a ver qué pasa, te incorporas, ves que el señor Sosa te observa asustado, está manchado de rojo, tu primer pensamiento es que lo ha alcanzado alguna esquirla, te fijas en su mano y navaja, están cubiertas de sangre, entonces entiendes, algo caliente te brota del cuello, a tus ojos parece cubrirlos una capa de humedad que te dificulta el enfoque, estas mareado.
Cierre 1
El maestro se concentra en tu candado, busca la simetría que los cánones dictan, pasea la navaja por tu cuello, sube y baja con extremo cuidado, sabe que tiene literalmente tu vida en sus manos, por fin termina, te lava en alcohol, sientes el ardor en tu rostro y reflexionas que en ocasiones no es tan perjudicial, te levantas, pasas tu mano sobre tu cara, te gusta sentir la piel suave, tersa, es una sensación que disfrutas, sabes que algún día dejarás de hacerlo, cuando los años pesen lo suficiente sobre tu rostro o tus dedos, te observas al espejo, eres el mismo pero diferente hombre del reflejo matutino, tu cabello está arreglado, tu barba se ha recuperado, la capa de tus ojos definitivamente se ha ido y te permite ver mundo mejor, ha llegado el tiempo de enfocar.
Cierre 2
El maestro se concentra en tu candado, busca la simetría que los cánones dictan, pasea la navaja por tu cuello, sube y baja con extremo cuidado. Una detonación que proviene de la calle nos hace brincar a todos, parece que algún malo lanzó una granada a una patrulla, se rompieron algunos cristales, la gente sale a ver qué pasa, te incorporas, ves que el señor Sosa te observa asustado, está manchado de rojo, tu primer pensamiento es que lo ha alcanzado alguna esquirla, te fijas en su mano y navaja, están cubiertas de sangre, entonces entiendes, algo caliente te brota del cuello, a tus ojos parece cubrirlos una capa de humedad que te dificulta el enfoque, estas mareado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario