Winning is not a sometime thing, it is an all the time thing
Vince Lombardi
No estaba en tus planes pero tu hermano te llama y te invita
a la final, no hay excusa, cuenta con un boleto para ti.
La tribuna impresionante, vestida de blanco y verde en
colores, sonidos y sensaciones. La masa se comporta con una coherencia
increíble, uno de esos extraños fenómenos donde todos somos uno y uno somos
todos cual mosqueteros en tiempos de sobrepoblación.
Cuando Jonathan, el portero rallado despeja, el estadio ruge
un “Puto” profundo, desgarrador de gargantas, pareciera el despertar de un
personaje mitológico, de aquellos que mantuvieron a los griegos atormentados,
como a los pueblos las religiones de todos los tiempos.
El aire también parece colorearse, tomar cuerpo, la tierra
de la Laguna le da la bienvenida al pastor y su rebaño, la adrenalina bendice
comportamientos alejados de las convenciones, los aspavientos, los gritos y los
gestos de otros se vuelven nuestros.
Uno cero, gol de Ludueña, el estadio se convulsiona, grita
fuerte, adquiere un movimiento en cada una de sus células que acarician el
sueño del campeonato.
Con la ventaja cedemos el balón, estrategia que será
aplaudida o recriminada dependiendo del resultado, como siempre, cumplir la
meta significa todo, sin importar los medios que utilizamos, triste certeza.
¿Cuántos de nosotros nos olvidamos de disfrutar el camino?
Medio tiempo, las guerreritas bailan y engalanan lo que
hasta el momento es un festejo, los hombres maduros babeamos mientras nuestras
mujeres fingen no darse cuenta, entienden que son debilidades del género y en
estas latitudes es mejor ignorarlas.
Aparecen leyendas del dueño del capital: “Vamos por todo, no
solo a jugar”, la sentencia tiene varias connotaciones.
Los Black Berry inoperantes, los testimonios que queremos
compartir habrán de esperar por mejores señales.
Se reinicia el juego que está planteado para el contragolpe,
los rallados encima, nos agobian, los errores también saben escribir historias.
Dos cero, gol de Peralta. El estadio completo se manifiesta
con todo su poder, cualquiera que no venga de verde se arruga.
Llega el dos a uno cerca del final, jóvenes azules en la
tribuna lo celebran, la cerveza les hace olvidar donde se encuentran, se
descomponen y en un comportamiento irracional retan a los locales, cuento hasta
diez, un brother tiene menos paciencia, los encara y abiertamente los enfrenta,
están ebrios pero no son estúpidos para llegar a las manos, buena decisión.
Se termina, somos campeones, recuerdo a Lombardi, en una serie donde cayeron
los casi mitos, abandonamos los segundos lugares, vencimos a los regios por
partida doble si contamos a los tigres y refrendamos un liderazgo de toda una temporada.
Imagino, pienso en mi comarca, siento sus calles tomadas por
su gente, con sus banderas, gritos, bocinas, eufóricos, sintonizados, hay tan
pocas cosas que celebrar en esta región, que lo que sucedió esta noche adquiere
dimensiones excepcionales.
Nos encaminamos al bar del estadio, somos los primeros en
llegar, nos adueñamos de un espacio mientras pedimos los tragos de rigor. Celebramos.
Detectas a una mujer sola, rubia, hermosa, besa un whisky,
sopesas si el alcohol te hace sobrevalorar, decides que no, pasea sus ojos
verdes de un lado a otro, espera a alguien, mides el terreno, viejo lobo,
despierta tu apetito.
Un sonido electrónico emborracha el ambiente, el espacio se
viste de jóvenes envueltos en banderas o playeras verdes y blancas, colores que
llevamos muy adentro, especialmente esta noche, cualquiera de ellos podría ser
tu hijo o tu hija. Te preguntas en qué momento los hombres nos alejamos del
buen rock o blues o jazz para escuchar sonidos robóticos, predecibles, que
pareciera fueron diseñados para autómatas.
Tus ojos se encuentran con la rubia, das otro trago, decides
lanzarte, apenas comienzas el verbo cuando un guarro te empuja de manera
violenta, en un flashazo recuerdas El
amante de Janis Joplin aquella novela donde el protagonista se mete con una
mujer “apartada” por el narco del pueblo, bad
choice. En un acto reflejo del Tae de tu juventud levantas la pierna, solo para enfrentar un puño vestido con manolpa de fierro. Te
derrumbas, todo se nubla sientes la sangre surgir de tu nariz y boca, escupes
lo que sabes que son dos o más dientes, intentas levantarte cuando otro golpe en
tu cabeza te lanza al suelo, el bar a girado 90 grados, los autómatas parecen no
darse cuenta, alcanzas a ver una bandera ondeando, somos campeones.
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